Un perfume de amor me acompañaba.
Volvía hacia la aldea de la cita,
Bajo la paz suprema e infinita
Que el ocaso en el campo destilaba.
En mis labios ardientes aleteaba
La caricia final, pura y bendita,
Y era como una alegre Sulamita
Que a su lar, entre trigos, regresaba.
Y al llegar a un recodo del camino
Tras el cual queda oculto ya el molino,
El puente y la represa bullidora,
Volví atrás la cabeza un breve instante
Y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante
Que besaba en la sien a una pastora!