Las blandas quejas de mi dulce lir… mil lágrimas, suspiros y dolores me agrada renovar, pues sus rigore… piadoso el cielo por mi bien retir… El dichoso zagal que tierno admira

La rosa de Citeres, primicia del verano, delicia de los dioses y adorno de los campos, objeto del deseo

Al partir y dejarla, medrosa de mi olvido, me dio para memoria Dorila un Cupidillo, diciéndome: «En mi seno

Venid, avecillas, venid a tomar de mi zagaleja lección de cantar. Venid; de sus labios,

Cuando mi blanda Nise lasciva me rodea con sus nevados brazos y mil veces me besa, cuando a mi ardiente boca

«Dicen que alegre canto tan amorosos versos, cual nuestros viejos tristes nunca cantar supieron. »Pero yo, que sin sustos

Dame, Dorila, el vaso lleno de dulce vino, que sólo en ver la nieve temblando estoy de frío. Ella en sueltos vellones

Retórico molesto, deja de persuadirme que ocupe bien el tiempo y a mi Dorila olvide. Ni tú tampoco quieras

Salud, oh sol glorioso, adorno de los cielos y hermosura, fecundo padre de la lumbre pura; oh rey, oh dios del día, salud; tu luminoso

Ya me [he] mis dulces años como un alegre sueño veintitrés han volado sin saber dónde fueron. Yo los llamo afligido,

¡Oh dulce tortolilla! no más la selva muda con tus dolientes ayes molestes importuna. Deja el arrullo triste,

Pensaba cuando niño que era tener amores vivir en mil delicias, morar entre los dioses. Mas luego rapazuelo

Parad, airecillos, y el ala encoged, que en plácido sueño reposa mi bien. Parad y de rosas