José Zorrilla

La noche no tiene ruido

La noche no tiene ruido,
En la sombra no hay color,
No hay en los viejos cuidado,
Las dueñas no tienen voz;
Pero cuando todos duermen
Estamos velando dos:
Ella, en la reja sentada,
Y al pie de la reja, yo.
 
Mis ojos no ven sus ojos,
No ven su tez transparente,
No ven su rosada frente
Ni su sonrisa de amor;
No ven el rubor de virgen
Que sus mejillas colora;
Tiene quince años ahora...,
Las niñas tienen rubor.
 
No ven mis ojos avaros
Su casi desnuda espalda,
Ni entre la revuelta falda
Asomado el blanco pie:
Como en la orilla de un río,
Rompiendo la inquieta espuma,
Tender la flotante pluma
Nevado un cisne se ve.
 
Ni en su garganta y sus hombros
El alto pecho imagino,
Ni por su rostro adivino.
Del corazón la inquietud;
Y tiene la áspera reja
Centinela desvelado:
Delante el amor osado,
Detrás la frági1 virtud.
 
Mas ¡pese a la densa reja,
Pese a la noche sombría,
Ya tengo ¡paloma mía!
El alma bañada en ti!
Tengo mis labios de fuego
Sobre tus labios de rosa,
Y en tu pecho late, hermosa,
Un corazón para mí.
 
¡Adiós!, que por el Oriente
La luz importuna sube,
Y envuelto en húmeda nube
Las tinieblas rasga el sol,
Y para una niña en vela
Y el galán que la enamora,
Mucha luz tiene la aurora
En el brillante arrebol.
 
Vierte el alba en su sonrisa
Su armonía y su color,
Y se columpia la brisa
En el cáliz de la flor;
De rosa, lirio y claveles,
Robando el fragante olor,
Cuelga en los anchos laureles
Gemido murmurador.
 
Y gime la fresca fuente
Bajo el manto de cristal,
Y gime lánguidamente
La tórtola angelical;
Y enamorada paloma
Bebe la luz matinal,
Meciendo el aura de aroma
Con arrullo desigual.
 
En tanto el noble mancebo
El ancho jardín cruzó,
Murmurando por lo bajo
Enamorada canción.
“¡Oh! Vuelve, noche sin ruido,
Con tu sombra sin color,
Con tus viejos sin cuidado
Y cien tus dueñas sin voz;
Porque, cuando todos duerman,
Volvamos a velar dos:
Ella, en la reja sentada,
Y al pie de la reja, yo.”

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