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José Fornaris

El cacique de Ornofay

A Francisca Varona y Murias.

I

 
En la costa de los mares
Entre arboledas frondosas,
Se levantan misteriosas
Las sierras del Escambray;
Y aparece entre colinas,
Cedros, cascadas y ríos,
Con numerosos bohíos
La provincia de Ornofay.
Cuna de Analay, cacique
De simpático semblante,
De mirada penetrante,
Y extremado en su pasión;
Robusto de brazos y hombros,
Alta y serena la frente,
De gallardo continente,
Y de entero corazón.
 
Colón su provincia aborda,
Y al contemplar sus praderas,
Sus montes y sus riberas
Aquí fija su mansión.
Bajo la verde enramada,
Junto a poza transparente
Le forma presto su gente
Espaciosa habitación.
Aquí Colón con aurora
Entre árboles corpulentos,
Abrigado de los vientos
Alzó católico altar.
Lo ornó con nacientes ramas
Cogidas en los bateyes,
Con flor de los curujeyes,
Y caracoles del mar.
Aquí digno sacerdote,
Siéndole todo propicio,
De la Misa el sacrificio
Celebró con sencillez.
Y el pueblo aquí congregado
Bajo un sol puro y sereno
La pasión del Nazareno.
Oyó por primera vez.
 

II

 
Con el carcaj en la espalda,
Y la sien alta, radiante,
Como un guerrero triunfante
Aquí aparece Analay.
Luego a Colón se dirige
Al pie de florido soto;
Y así hablaron el piloto,
Y el cacique de Omofay:
 

EL CACIQUE

Oigo, Colón, en mis valles
Del cañón el estampido,
Mientras te postras rendido
Ante el Dios que da la luz.
Así sospecho que vienes
A la americana tierra,
Con la espada en son de guerra;
Y no en paz, y con la cruz.
Si esa cruz que alzas glorioso
Sólo nuestro bien augura,
Como es bella, como es pura
Respetada se verá.
 
Mas si viene de cadalsos,
Y perfidia acompañada,
Cuanto tiene de sagrada
De maldecida será.
 

COLÓN

 
Vengo de paz; el acero
De todo español valiente
Protegerá al inocente
En nombre de su Señor.
Y la cruz, la cruz que Cristo
Con sus lágrimas inunda,
En esta tierra difunda
Paz eterna, eterno amor.
No en vano sufrí miserias
En Génova y en España;
No en vano afrenté la saña
Del crimen y la traición;
No en vano en un frágil pino
Crucé por el mar airado,
Y dominó desarmado
La terrible rebelión.
No en vano?¡no!???:Fiel cacique,
No soy un déspota rudo;
lleva por mote mi escudo:
Cultura y felicidad.
Sobre mis fuertes tremolo
El pabellón de Castilla;
Y en mi altar se eleva y brilla
La antorcha de la verdad.
 

EL CACIQUE

 
Si es así florezca Cuba
Bajo tu amparo celeste;
Y trueca este sitio agreste
En otra España, Colón.
Mas si a tu rey nos inmolas
Que al fin tu raza se vea
Hollada, y ¡maldita sea
Toda tu generación!
Que jamás halles sosiego
A la sombra de las palmas,
Y te aborrezcan las almas
De la tribu siboney.
Que rencor profundo incube
En los hijos de los godos,
Y abjuren en Cuba todos
De tu Dios y de tu rey.
Dijo, y los indios cubanos
Alzando cristianas preces,
Regalan frutas y peces
Al excelso protector.
Lo llevan en SUS canoas
Entre cedros y palmares,
Y le brindan sus hogares
Con solícito fervor.
 

III

 
Pasa un siglo: alza su copa
Igual la ceiba gigante,
Y tan fresco, tan fragante
Perfuma el lirio gentil.
Como entonces la montaña
De verdura se corona,
Y al nacer el alba entona
El ave cánticos mil.
Rugen aquellos torrentes,
Y presentan su alta cumbre
Del mismo sol a la lumbre
Las sierras del Escambray.
Mas... nada, nada del indio;
Hundiéronse en estas aguas,
Los guairos y las piraguas
Del cacique de Ornofay.
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