Qué triste fue el adiós, sin un adiós,
qué sinrazones fueron tus razones,
golondrinas sin tones y sin sones,
y qué profana tu mención de Dios.
Qué manera de hablarme sin tu voz,
de despintarme tantos corazones,
de infiltrar disonancia en mis canciones,
y de hacer de uno y uno más que dos.
Solo me queda, convicción vivida:
si a diario vuelve el sol cuando amanece,
si cada mes la luna está encendida,
la jacaranda al año reflorece...
qué más da que prometa yo a mi vida,
que un día vas a pedirme que regrese.