Cuando vayas a pasear,
Calaca, calaca guapa,
has de evitar un lugar,
búscalo bien en el mapa.
El lugar se llama Iguala,
ahí la muerte se agazapa
ya sea con fuego o con bala
y hasta con la misma zapa.
Más si es alguien como tú,
tú con flor en la solapa,
con vestido de frufrú,
Catrina de gorro y capa,
y la elegancia te brota,
mujer al fin, y en la etapa
en que el glamour se te nota
pegado como una lapa.
Pues ahí tienes que una vez
la policía va y atrapa
nomás a cuarenta y tres
y ninguno se le escapa.
Eran puros estudiantes
que iban viajando de a grapa,
para un mitin, no sin antes,
echarse un taco de papa.
Y allí mismo, en la ciudad,
¡que me los borra del mapa!,
sin mayor autoridad
que la que les da su chapa.
Y ahora los busca apurado
de Salinas a Jalapa:
que el diablo, a mí me han contado,
hace sopa y no la tapa.
El gobierno busca huesos
y a mi parecer derrapa:
“que si son estos o esos”,
dicen que busca en Chilapa.
Y todo este desconsuelo
al gobierno me lo engrapa,
de tanto jalarse el pelo
ya lo trae pelado a rapa.
Y al instante esta basura
al presi se le traslapa
y le pasan la factura
en París como en Jalapa.
Y es que truena en cualquier foro
la marimba Nandayapa
para quitarle eco al coro:
“El presi pa-pa-pa-pa-pa”
Son tus huesitos, Catrina,
los que tu sudor empapa,
tu vergüenza cubre, fina,
y tu lascivia destapa,
el objeto de su busca:
te aseguro, si te atrapa,
te lleva a punta de fusca
al merito Ayotzinapa.