El verde mirto del amor emblema
jamás brilló sobre tu frente pura:
Cupido nunca en su febril locura
audaz rozó tu virginal diadema.
Te dio, no obstante, la bondad suprema
arrobadora y pálida blancura,
melena crespa cual la noche oscura
y rojo labio que besando quema.
Turgente seno de marfil y grana,
voz que remeda en lo melifluo al canto,
pie vaporoso, recogido y breve...
Pues ¿qué te falta para ser cubana?
¿Qué te falta? ¡Ay de mí! ¡Que un amor santo
haga latir tu corazón de nieve!