Dijo la antigüedad en sus ficciones
que los mortales que rindió Cupido,
en la concha de Venus, la de Gnido,
arrastraban, gimiendo, sus prisiones.
Voló Dione del cielo a las regiones,
cuando su culto se entregó al olvido,
y la concha de nácar se ha perdido
partida en menudísimas porciones.
Ansiosas de agradar todas las bellas,
la buscan de la mar en las orillas,
y nada encuentra su avaricia loca.
Y ¿cómo la hallarán esas doncellas;
si una parte se ostenta en tus mejillas,
y Amor formó con las demás tu boca?