Julio Verne
habló conmigo
bajo el cielo de París.
Era el último día
en la Isla misteriosa.
El tiempo nevaba en los relojes
al paso de los tranvías, las nieblas,
y las mujeres nocturnas.
Los niños, luciendo sombreros
de alas de poca altura
escribían pasos en los adoquines.
El lastre se hundió en la tierra
como los árboles y las lluvias.
Nos fuimos a la deriva
en el globo del sueño.
Ya no recuerdo que alondra
se nos posó en la mirada.
Yo pude regresar.
Julio, sigue del otro lado,
donde termina el poema.
Autor: Jesús Álvarez Pedraza