Muchos predican certezas huecas
pero no se atreven a tocar su propia herida.
Temen al abismo tibio que late bajo la piel,
huyen de su sombra como niños extraviados.
Se aferran a dogmas de cartón,
sin grietas, sin temblores,
y en su huida se amarran al vacío.
Ser fuerte no es erigir muros de piedra,
sino dejarse hundir en la corriente turbia
de la emoción que arrastra y redime.
Ser humano duele.
Sentir devora.
Pero ¿acaso vivir es otra cosa?