Antítesis del Orden
No me gustan las banderas.
Ni los ismos. Ni las religiones.
El fanatismo me da asco,
y los partidos huelen a mentira vieja.
No creo en el político limpio,
ni en el obispo con su sonrisa plástica.
Las fronteras son una farsa:
están en las cabezas, no en el suelo.
El tiempo es un truco mal hecho,
un engranaje que aplasta días
y mastica sueños con indiferencia.
Somos barro que finge ser eterno,
carne que busca dioses para no pudrirse.
La vida no tiene épica.
Es un bostezo universal,
un ciclo absurdo que gira
mientras el poeta juega a ser inmortal
y el hacendado, a ser dios.
El ser no es uno:
es un fragmento aburrido,
andrógino, inútil,
dividido entre la nada
y su propio eco.
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