Cuando uno cae, A la tempestad. Te absorbes en tu sangre, Ruborizas el enjambre, Te esparces.
¿Sabes de aquella casa? La que tiene un candelabro, Que de la ventana muestra, Longevidad y retrato. Ahí donde vivía un licenciado,
Si me buscas, No me encuentras, Si me llamas, No te ofrezcas. Es tan pesado el destino,
Gritos de pasión y suerte, Estímulos valientes, Dulce sensación, El viento sobre las redes. Muestra sus dientes
Como un cristal roto, Contra los labios, Un despintado marco, Un decibel de milagros. Una flor en terrenos vagos,
Todos tenemos un amigo imaginario, Que se suicida cuando maduramos, Alza la bandera desde su trinchera… Cierra los ojos por vez primera. Se encierra en su mundo de papel,
Ensayé de mala manera, Los últimos versos, De mis centellas, Noches en vela. Leyendo haciendo novela,
Pides un favor, Pero no mi atención. Pides no señalar ardor, Pero pules lo exterior. Pides no hablarte de amor,
Presiento que moriré mañana, Que mi cuerpo agonizara, Mientras la rapiña reclama. Que sonará con gracia, El preludio de la traviata,
Cuando vuelvas asegúrate, De destapar el vino, Fantasear destino, Compartir deseo conmigo. Cuando vuelvas ignora,
Se importunaba al esperarla, Vestido de negro, Al pie de un florero, De la colonia centro. Eran días de prisa,
Se derrumban los cimientos, Caen astros desde el cielo, Esta noche habrá fusilamiento, Una orden de allanamiento. Hay duda, locura, aislamiento,
Apenas y se asomaba, Por la única ventana, Que daba a la calle. Era un hombre amenazante, Para los vecinos un asaltante,
Ya sabes que no busco, La perfecta posición, En que pueda darte, Un poco más de lo mejor. Tampoco hablarte con pasión,
Samir cayó abatido, Frente a su casa, Una mañana sin ruido. Corría el mes de febrero, Las flores morían,