Como perro en azotea observo la cúspide
que son las venas de mis manos
planchadas por la lluvia:
trampa al agua,
cántaro de lágrimas:
el ojo que me mira la boca pronunciar
mi nombre.
Susurro en la pestaña de una esquina
y como oculta tras el polvo vive,
una entraña en la palabra por cimiento
de un blanquizo vuelo de paloma,
—voces en silencio—
ya dan las 3:17 am y sigo mirándome
al espejo, no encuentro respuesta
como no se encuentran palabras
para explicar el hervidero de gusanos
//que se masturban//
en el surco cerebral de mi memoria:
una mirada infantil a la mejilla
[rasurada
que besa un colibrí por la ventana
es lo que veo
es lo que palpo en este reflejo plano
de mi cuerpo en la caricia árida
de un desierto sin arena,
es lo que mastican mis ancestros
con la yema de sus dedos:
mi carne,
**pellizcada**
abierta es la vieja silla de madera
asoleándose en la opacidad de un sol
oscuro varado
y con la estridencia del recuerdo
fértil de un par de enamorados,
siento el perfume de una flor
que arrastra el viento: jacaranda
en primavera, tu flor violeta
es la caricia que aúlla este vástago
podrido,
que sopla como alivio
un viento frío en mi espalda
marinada en la sal de mi sudor,
por la que miro mirarme
esta noche como niño destetado,
hambriento
de la luna
sediento del calor de tu mano
por la que bebo de este aire citadino
—oxidado—
que rasga mi pulmón y mis palabras
con luminosas rimas de un poema
[oculto
de maracas y tambores
por los que una tarde se revienta
como panza llena de parásitos,
allí donde el bosque crece
un mar de pesadillas con el sacrificio
de mis letras,
del ojo ebrio
que te sigue la sombra
que te sigue y sigue al reflejo de otro río
por la botella de un ego vomitado,
el águila impositiva en el cielo
que sigue preso-fugitivo
su alimento,
y como perro desventrado
espero el pútrido canto del insomnio
a la orilla de mi cama,
pero gana el enjambre de moscas
que persiguen la mejor mierda: agonía
es otro aliento, uno podrido
como mendigo en la misericordia
de un dios que espera un taco,
un trozo de pan o la locura instantánea
detrás de un cortaúñas.
No paro de mirarme en este espejo
de pronto, como droga al infarto
de un corazón débil caigo,
me recojo: lloro: me vacío
y la nada ahora
es un hueco en el que habito.