Cónsul, libertador, padre de Roma,
¿Por qué nubla el dolor tu adusta frente,
Y, en vano reprimido, llanto ardiente
A tus cargados párpados asoma?
Lanza discordia su funesta poma,
Y ansían tus hijos con furor demente
Que Tarquino feroz rija insolente
Al pueblo rey, que a los tiranos doma.
Dictas fallo de muerte: el pueblo gime
Entre piedad y horror... Con faz umbría
El alma cubres de tormento llena...
—Tal respiraba en ti, Garay sublime,
Bruto, y fiero, terrible, parecía
El Dios que airado en el Olimpo truena.