Como un frío morador de una fogata,
esta mañana hirviendo en hierba,
caliento mi corazón que no dilata
en el amargo verde que aún conserva
el temporal aroma que me empata
esta vaga conciencia que se observa
con una antigua victoria casi innata:
que se lave todo cuerpo y yerba.
Viernes a la tarde sobre el mate.
Agoniza la pava sobre el fuego...
Estoy solo y sin salida de mi ego.
Deseo liberarme. Luego me niego.
Una insólita lengua que relate
debe ser lo único que me mate.