Tendida en la madrugada,
la firme guitarra espera:
voz de profunda madera
desesperada.
Su clamorosa cintura,
en la que el pueblo suspira,
preñada de son, estira
la carne dura.
Arde la guitarra sola,
mientras la luna se acaba;
arde libre de su esclava
bata de cola.
Dejó al borracho en su coche,
dejó el cabaret sombrío,
donde se muere de frío,
noche tras noche,
y alzó la cabeza fina,
universal y cubana,
sin opio, ni mariguana,
ni cocaína.
¡Venga la guitarra vieja,
nueva otra vez al castigo
con que la espera el amigo,
que no la deja!
Alta siempre, no caída,
traiga su risa y su llanto,
clave las uñas de amianto
sobre la vida.
Cógela tú, guitarrero,
limpiale de alcol la boca,
y en esa guitarra, toca
tu son entero.
El son del querer maduro,
tu son entero;
el del abierto futuro,
tu son entero;
el del pie por sobre el muro,
tu son entero...
Cógela tú, guitarrero,
límpiale de alcol la boca,
y en esa guitarra, toca
tu son entero.
Alfredo Jiménez G.
8aLo mismo en la taberna que en el mesón "donde hoy suena jota, mañana petenera". Igual que en el cuartucho olvidado de "José Ramón Cantaliso", al consumarse la noche, concluye la jornada de la guitarra. Su sensual forma descansa en un rincón después de prodigar sus dulces notas enervantes sin necesidad de "opio, ni mariguana, ni cocaína". Inseparable compañera del concertista, o de aquel que "les canta liso, bien liso, para que lo entiendan bien", o del ciego que se gana la vida en el tugurio. La guitarra, que ha llorado al ser pulsada por las manos de George Harrison y que ha podido matar a alguien como lo refiere un soneto de Jorge Luis Borges, siempre está lista para que el hábil guitarrero le dé vida a su "son entero". P.S. De este bello poema escrito por Nicolás Guillén existen muchas versiones musicales. Destaca entre ellas la que realizó Pepe Elorza, interpretada por Jaime Garza. Palabra y música en la pluma de Nicolás Guillén siempre fueron sinónimos.