La tarde pidiendo amor
La tarde pidiendo amor.
Aire frío, cielo gris.
Muerto sol.
La tarde pidiendo amor.
Pienso en sus ojos cerrados,
la tarde pidiendo amor,
y en sus rodillas sin sangre,
la tarde pidiendo amor,
y en sus manos de uñas verdes,
y en su frente sin color,
y en su garganta sellada...
La tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor.
No.
No, que me sigue los pasos,
no;
que me habló, que me saluda,
no;
que miro pasar su entierro,
no;
que me sonríe, tendida,
tendida, suave y tendida,
sobre la tierra, tendida,
muerta de una vez, tendida...
No.
Alfredo Jiménez G.
9aEn versos de atinada reiteración el Poeta canta, (Guillén nunca deja de cantar, aunque esté triste) la persistencia de su dolor. Primero insiste en la tarde que en tono gris es escenario de su amargura. El frío domina mientras contempla a su muerta que se asemeja en todo a esa "tarde pidiendo amor". Posteriormente viene la negación repetida y no aceptada. Ella no lo sigue, no le habla, no le sonríe, no mira pasar su entierro. No, jamás. No le da la gana que se haya muerto. En medio de la tragedia que no se quiere asimilar está esa tarde "pidiendo amor" y evocamos a Sabás que "de puerta en puerta, 'pidió' por Dios para su muerta". ¡Impío el que no se conmueva ante los versos de este Poeta "sin veneno"!... "¡Que no se diga!"...