Me defendí, perdí y lo intenté
de nuevo. Fui Esparta, sin quebranto,
o mi Masada en hondo desconcierto.
Decidí no entregarme, e impasible
transfiguré mi rostro a indiferencia.
Mi corazón a cuervo hielo incendio.
El rumor del silencio desmembró
mi balsa de ilusiones y morí
ante ti, otra vez. Ahora no queda
miedo. Soy ruinas blancas. Que se vaya
el tiempo. ¿Hoy? Mirada a lontananza.
Te perdí. Estoy viva. Pido un cielo.