Soy lo que queda de mí
cuando ha pasado ese tiempo
de jolgorios, luces, risas...
y ya no importan los rezos,
los rumores, ni miradas;
sólo queda lo que siento.
El vacío de sonidos
trae dudas de lo bello;
más una verdad certera
es: tú eres mi firmamento.
Soy esa oscuridad ciega
sin riesgos ni ruido o miedo
y en lo que soy no hay polvo,
no aún, ni palabras. Meso
cabellos de agua y arena
mientras te vas de mis cielos,
todos ellos escondidos,
todos ellos como muertos.
Soy lo que me atrevo a dar
a esa imagen del espejo:
deseos, sueños, perdones,
sin caducidad, con tiento.
Y estoy sola, muy muy sola.
Tú sí estás en mis silencios,
como los besos vencidos
y las manos contra el viento.
Ven amor de mi niñez,
funde en luz mis verdades.