Amiga,
a veces en la vida aceptas que
no siempre hay besos resuello,
ni ojos de jade roto.
No siempre hay buen horizonte
ni roca alta y segura.
Desde que soy recuerdos
ya encendí tantas lámparas de aceite
en la oscuridad de mi cueva
que una mirada triste
será lo que me vista y rompa.
Una mirada habrá, será solo una,
la de aquella esperanza carcomida
por el salitre.
El rugido del mar me acerca lento
esa voz de caricias en palabras.
Y sé que ya no vuelve.
Es mi nido esta arena fría bajo
ventisca en falsa paz.