Víctimas las lágrimas
fluorescentes
por aquel pordiosero cruel.
Atribuladas las pobres
hincadas
en el oasis de tus ojos negros.
Que sin despeinarse la mirada
se escapó
del laberinto de tu quijada.
En tanto...
Tarareando
mis rodillas
en el asfalto adoquinado.
Ahogados
tus codos
en la balaustrada
Y la música afrancesada
de un gramófono
soplando melodías de antaño.
El sello de dientes en el cuello
El eco de los besos en el oído
Tus pasos prohibidos
para un tango fatal.