El muelle es el escenario.
Desde allí diviso el vario,
brumario y extraordinario
panorama.
Los luceros se estremecen.
Tan diminutos parecen
margaritas que florecen
en la grama.
Sobre el silencio terrestre
se abre el blanco circo ecuestre
en el paisaje rupestre
de la luna.
Mis visiones de noctámbulo
acrobatizo sonámbulo
en equilibrio funámbulo
una a una.
La luna en cuarto creciente
es como un huevo esplendente.
Todo el cielo se resiente
de su luz.
Los faroles en hilera
son estrellas de primera,
de segunda y de tercera
magnitud.
Se divisa en lontananza
el verde de la esperanza
y el rojo, sobre la panza
de un vapor.
Y con el lunar reflejo
se agitan en el espejo
formando un vivo aparejo
tricolor.
La guirnalda de las luces
cae en el agua de bruces,
quebrándose en mil chapuces.
Y si arrecia
la brisa sobre el cristal
móvil, rizado, banal,
baila el agua un carnaval
de Venecia.
De Imagen