Hay gente que tiene que rezar,
ir a una mezquita
o quizás ir a por unas cervezas al bar
solo para escapar de su infierno
y probar su versión del cielo eterno.
Pero se ve que yo y Dios somos colegas
porque tengo al paraíso en mi teléfono.
Solo tengo que preguntar cuando está disponible
y llamar.
La voz que responde parece que solo escucho yo
que mal
el resto no parecen entender tu canto angelical.
Cojo el teléfono y escondo mi ilusión
cual creyente tras pecar,
temiendo mi propio infierno,
que algún día te desenamores
y tu contacto se disuelva en el mar
Pero confío que no sea así,
después de todo quien dejaría ir
a la única versión del cielo sin fin.
Y aún si lo tiene cuando mi tiempo acabe
me iré y presumiré a Satanás
de que he estado en el cielo
sin necesidad de haber muerto
y de que he vivido con un ángel
que, a diferencia de el
aún tiene sus alas
y bellamente libre me enseñó a volar.