Gabriela Mistral

Caída de Europa

A Roger Caillois

Ven, hermano, ven esta noche
a rezar con tu hermana que no tiene
hijo ni madre ni casta presente.
Es amargo rezar oyendo el eco
que un aire van y un muro devuelven.
Ven, hermano o hermana, por los claros
del maizal antes que caiga el día
demente y ciego, sin saber que pena
la que nunca penó y acribillada
de fuegos y ahogada de humareda
arde la Vieja Madre que nos tuvo
dentro de su olivar y de su viña.
 
   Solamente la Gea americana
vive su noche con olor de trébol,
tomillo v mejorana y escuchando
el rumor de castores y de martas
y la carrera azul de la chinchilla.
Tengo vergüenza de mi “Ave” rendida
que apenas si revuela por mis hombros
o sube y cae en gaviota alcanzada,
mientras la Madre en aflicción espera,
mirando fija un cielo de azabache
que juega a rebanarle la esperanza
y grita “No eres” a la Vieja Noche.
 
   Somos los hijos que a su madre nombran,
sin saber a estas horas si es la misma
y con el mismo nombre nos responde,
o si mechados de metal y fuego
arden sus miembros llamados Sicilia,
Flandes, la Normandía y la Campania.
 
   Para la compunción y la plegaria
bastan dos palmos de hierbas y de aire.
Hogaza, vino y fruta no acarreen
hasta en el día de leticia y danza
y locos brazos que columpien ramos.
En esta noche, ni mesa punteada
de falerno feliz ni de amapolas;
tampoco el sollozar; tampoco el sueño.
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