Francisco Gabilondo Soler

El comal y la olla

El comal le dijo a la olla:
“Oye olla,
oye, oye,
si te has creído que yo soy recargadera,
¡búscate a otro que te apoye!”.
 
Y la olla se volvió hacia el primero:
“¡Peladote!
¡Majadero!
¡Es que estoy en el hervor de los frijoles
y ni ánimas que deje para asté todo el brasero!”
 
El comal a la olla le dijo:
“Cuando cruja,
¡no arrempuje!
¡Con sus tiznes me ha estropeado ya de fijo
la elegancia que yo truje!”
 
Y la olla por poquito se desmaya:
“¡Presumido!
¡Vaya, vaya!
¡Lo trajeron de la plaza percudido
y ni ánimas que diga que es galán de la pantalla!”
 
El comal le dijo a la olla:
“¡No se arrime!
¡Fuchi, fuchi!
Se lo he dicho a mañana, tarde y noche
y no hay modo que me escuche.”
 
Más la otra replicó metiendo bulla:
“¡Ay, rascuache!
¡No me juya!
¡Si lo agarro lo convierto en tepalcates
y ni ánimas que grite pa’que venga la patrulla!”
 
El comal miró a su pareja:
“¿Qué dijiste?
¡Ya estás vieja!
Si no puedes con la sopa de quelites,
mucho menos con lentejas!”
 
Y la olla contestó como las bravas:
“¡Mire, joven,
puras habas!
¡Hace un siglo que te hizo el alfarero
y ni ánimas que ocultes los cien años que se tragas!”
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