Aunque el mundo no lo vea 3. El temblor
Dijiste mi nombre como si fuera
la única palabra
que valía la pena pronunciar.
Yo no supe qué responder.
Mis manos hablaron por mí.
Rozaron la mesa,
el borde de tu duda,
y de pronto
todo lo que era correcto
se volvió lejano
e inútil.