En mi respiración emerge la última muestra de calidez,
el pecho se encoge y ataca el frío.
La saliva escasea en mi boca
y mi hablar tartamudea.
Tengo un dolor costal que me impide levantarme,
sublevo las punzadas y quedo erguido.
Miro las ruinas en mis codos.
Están llenas de inmundicia y señales,
señales de mi cuerpo que las combate,
y yo aquí asqueado de su aspecto.
Decaer es tan rápido
que el levantarse se hace eterno.
Una pizca de anarquía
para el bienestar inerte que acostumbro.