¡Oh, cuán dulce y suave
es ver al campo cuando más recrea!
En él se queja el ave,
el viento espira, el agua lisonjea,
y las pintadas flores
crían mil visos, paren mil olores.
El álamo y el pino
sirven de estorbos a la luz de Febo;
brinda el vaso contino
del claro arroyo con aljófar nuevo,
y la tendida grama
mesa a la gula es, y al sueño cama.
Tú solamente bella
nos haces falta, Tíndaris graciosa;
y si tu blanca huella
no te nos presta como el alba hermosa,
lo dulce y lo suave
¡cuán amargo será! ¡cuán duro y grave!