Fabrícame una taza
después de haber labrádola en tu idea,
Vulcano, en cuya traza
ni señas de armas, ni escuadrón se vea,
ni bélico estandarte:
¿qué me importan a mí Belona y Marte?
Solamente te aviso
que la forjes capaz; no que prometa
en lo sereno y liso
grabado el orbe de ningún planeta,
porque yo no me agrado
de ser el Orion de espada armado;
Ni el carro de las Osas
que trilla en Septentrión; ni el gran Bootes,
que nunca trae ociosas
sus cuatro vacas de aguijón y azotes;
ni los demás dibujos
de círculos, de esferas y de influjos.
Sólo en ella se imprima
al padre Baco rellenado y grueso,
que cuidadoso exprima
el turbio grano del racimo espeso;
y en lugar de perfiles,
a mí y a Venus, a Cupido y Filis.