Enrique José Varona

El tango

Ronco palpita el atabal, herido
por trepidante mano, y lo acompaña
monótono cantar de rima extraña,
en bárbaro dialecto no entendido.
 
Ebrio salta el etíope, vestido
con los colores del pendón de España,
y al pueblo espectador, con befa y saña,
lanza triunfante su brutal aullido.
 
¡Iberia! ¿a qué deidad maligna plugo
en execrable don darte con creces
hiel de madrastra y rabia de verdugo?
 
Cuando oprobiosa destrucción mereces,
¿A qué entregar tres razas a tu yugo,
si la que no exterminas, la envileces?
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