Yo voy alegremente por donde va la vida,
Entre vernales hálitos o ventiscas de otoño,
Mirando cómo cuaja en la yema el retoño
O cómo voltejea una rosa caída.
Yo voy con el pie ligero y labio sonriente
A veces solo, a veces con el turbión humano,
Y llevo mis ensueños cogido de la mano
Y mi enjambre de rimas en torno de la frente.
Tengo una flama oculta que siempre va conmigo,
Flama de amor que nunca se extingue ni consume;
Si hay una flor al paso, aspiro su perfume;
Si hay una fresca boca, corro a besarla... y sigo.
Yo soy como un viajero que cruza la floresta
Sin que jamás le importe ni rumbo ni distancia,
A quien el bosque entona un himno de fragancia,
Una canción de risas y un madrigal de fiesta.
Yo sé que viento y lluvias con ímpetu salvaje
Suelen barrer las frondas; mas tengo yo un asilo
Callado y misterioso en que esperar tranquilo
A que el sosiego torne y a que el torrente baje.
¡Oh mi divina gruta de goces interiores
En que la vida adquiere intensidad extraña,
Que sólo yo conozco, que eternamente baña
Un sol que prende luces y que revienta flores!
Allí callada y sola va a meditar el alma
Como la linfa corre, como la alondra vuela;
Allí el ensueño pasa cual fugitiva estela
Que va regando espumas sobre la mar en calma.
Tristezas... sí las tengo; mas cuando el alma llora,
Un inefable goce con mi dolor se aduna;
Romántico trovero de las noches de luna,
Soy lujurioso amante del sol y de la aurora.
Yo voy alegremente... De eróticas empresas
No la ocasión propicia esquivo, a fuer de sabio,
Y en más de alguna boca bebió el sediento labio
La sangre de las moras y el jugo de las fresas...
Yo vivo alegremente; y al dar mi despedida
A mi postrer crepúsculo o a mi última alborada,
Estrecharé en mis manos la mano de la amada
Y cerraré mis ojos al beso de la vida.