Porque ya mis tristezas son como los matices
Sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
Porque ya paladeo la gota de la amargura
En el dorado néctar de las horas felices;
Porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
De una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
Y aparté de mis labios la manzana prohibida
Con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;
Porque supe vestirme con el albo ropaje
De mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
Aroma de los campos, embriagarme de sol,
Y mirar como en antes el pájaro y la estrella
—El pájaro que un día me contó su querella;
La estrella que una noche conmigo sonrió—,
Y porque ya me diste la calma indeficiente,
Vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
Sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
Y marcaré este día con otra piedra blanca...