Elvio Romero

Imaginario encuentro con Elsa Mereles

Elsa Mereles: algo
De clavel conmovido apareció en mi mesa esta mañana,
Y un claro rostro se dibujó en el espejo;
Pensé que todo transcurría en el sueño, en una pesadilla,
En una imaginaria presencia del desvelo;
Pero no, era Ud. la que me visitaba,
Quien venía a contarme las pesadoras horas de su vida.
 
(Rostro tranquilo de mujer afable
Que acerca la ternura y el sosiego;
Gota serena de agua insobornable,
Mariposa de fuego).
 
Contemplo en sus espaldas
Una rosa morada, una punzante herida,
Rosa injuriada, ajada, en el surco encendido
De su piel palpitante, en esa espalda morena
Con luz cálida y tibia,
Suave y aromada como una flor silvestre al descampado.
 
(Un viento arisco escarpe una semilla
De carmín por su rostro, y un temprano
Resplandor besa el aire en su mejilla,
Rocío de verano).
 
Me habla de sus afanes
De mujer que desea ver a su patria limpia
De sombras luctuosas, de crepúsculos pérfidos;
Me enseña en la ladera de sus hombros las huellas
De la inútil violencia,
Y yo digo que son así como una carta esos hombros
Carta donde se leen las letras luminosas de un ciclo de heroísmo.
 
(Una flor paraguaya se atreve
A darle aromas a la tarde fugaz,
Y agregarle un gorjeo raudo y leve
De paloma torcaz).
 
Y ella, Elsa Mereles, me dirá suavemente:
—Hermano, hemos llegado. Y será cierto. Estaremos llegando,
Ya estaremos aireando las sábanas al viento
Y el oprobio y la afrenta habrán pasado
Como pasa el silbido de una serpiente sibilina y negra.
 
(Levantárase el Sol en las mañanas
Con la esperanza toda abriendo al día,
Y vendremos a ver si las campanas
Replican todavía).
 
Y le diré a mi vez: —Hermana, estamos juntos.
Y será cierto también. Y caerán los cerrojos
Y se abrirán las celdas
Y alguien saldrá cantando en las praderas
Y cara a cara nos enfrentaremos
Los justos y los réprobos, porque el tiempo es llegado,
El de la cosecha y la espiga, en una madrugada de júbilo en la tierra.

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