Te pienso en mis momentos más bajos,
cuando llega esa decadencia a mi vida
y no quiero salir de mi oficina,
porque tu recuerdo me acecha en el patio.
Te pienso cuando el dolor consume mis huesos,
cuando el desayuno es desagradable
y me siento como desechable
porque vuelve a mí ese vacío
que no se llena ni con vino.
No sé cuándo volveré a verte,
no sé si quiera volver a verte,
sólo sé que mis manos te trazan
y que mi voz busca tu oído
para recitarte los besos que no te pude dar.
Es un mal hábito pensarte así,
cuando me levanto y cuando voy a dormir,
despierto y estás presente,
duermo y vienes a mi mente.
Qué tristeza es no poder olvidarte,
pero más triste aún no querer dejarte,
porque claramente no estás
y si ya no estás, no debería yo estar,
pero me quedo aquí, a esperar.