Y vimos al pacífico elefante
alzar su vieja trompa incomprensible
junto a las detenidas nubes blancas.
Y vimos al pacífico elefante.
Allí como una letra tosca y pura
que desborda el cuaderno de la infancia
—fino cuaderno, hijo de la noche—
nos ilustró la extraña lejanía
de las palmas grabadas y el silencio
que va creciendo con el humo pobre.
Allí como una letra tosca y pura
nos querías, justísimo elefante.