Eres el eco de un pájaro
que nunca vi volar,
la lluvia que humedece
sin rozar la piel.
Cuando llegas, todo calla.
El grito de las piedras se duerme,
las ventanas dejan de mirar al abismo,
y el mundo parece un lugar respirable.
Sacas de mí el hueso oculto,
la raíz que nunca creció,
la palabra quebrada que no supe nombrar.
Eres el temblor antes del verso,
la pausa en medio del caos.
Sin ti,
el reloj devora minutos en su hambre infinita,
las manos olvidan su forma de abrazar,
y el silencio se convierte en hogar.
Pero cuando estás aquí,
en mí nace un jardín de inviernos luminosos.
Tú traes la llave
para abrir mi propio misterio.