Bajo el sol herido de mi tierra,
donde el polvo danza con la historia,
se alzan las voces de los cerros,
árboles torcidos por el viento.
Aquí, el hambre tiene nombre,
y el río, una memoria de lágrimas;
aquí, el tiempo es un lamento,
pero también una promesa.
Las manos, agrietadas como la tierra,
saben del pan y la ausencia.
Saben de construir estrellas
con el barro de la esperanza.
Soy de esta herida que no se cierra,
de esta piel que lleva la montaña,
de este rostro marcado por el llanto
y la risa que desafía al abismo.
Perú, te llevo en mis venas
como un grito, como un rezo.
Eres raíz que nunca se quiebra,
la lucha eterna de los que sueñan.