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ElidethAbreu

Tangueros, Mujeres y Alcohol

 
 
En la noche porteña, el tango suena,
tangueros de antaño, en su condena,
mujeres y copas al por mayor,
¡la vida es un tango, con mucho sabor!
 
Gardel, el zorro, galán exquisito,
con mil amores y un gran apetito,
en cada ciudad dejaba un suspiro,
¡y más de una dama con el corazón roto y frío!
Cantaba “El día que me quieras” en bares oscuros,
con mujeres en fila, brindando por los futuros.
 
Julio Sosa, el “Varón del Tango”,
en cada mesa dejaba un encanto,
con whisky en mano y verso en el aire,
entre beso y trago, ¡se hacía un desaire!
Las damas decían: “¡Ay, Julio querido!”,
mientras él reía, y seguía perdido.
 
Tita Merello, con su lengua filosa,
se quejaba de hombres, ¡de forma rabiosa!
Entre copas y risas, soltaba su queja:
“¡Los hombres son humo, solo dejan reja!”
Pero ella, también, brindaba sin pena,
por esos amores que fueron condena.
 
Y Troilo, con su inseparable bandoneón,
entre brindis y besos, buscaba emoción.
La barra era su hogar, y el vino su aliado,
con una copa al hombro y el alma de lado.
Las mujeres decían: “¡Pichuco, querido!”
Él solo reía y tocaba, entrometido.
 
Piazzolla, el raro, entre copa y esquina,
en Nueva York, París, y en la Argentina,
decía que el tango era más que un amor,
pero no rechazaba un buen licor.
Con su bandoneón y un brindis eterno,
confundía a las chicas, ¡como en un sueño moderno!
 
Así van los tangueros, con mujeres y vino,
con coplas de amor y algún desatino,
bailando en la sombra, brindando al azar,
entre amores fugaces, ¡y noches sin par!

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