El amor nunca escucha ni obedece,
se burla de la ley y del sentido,
se enreda en el dolor y en lo prohibido,
y en tierra yerma, altivo, resplandece.
No mide su fulgor ni lo que ofrece,
se clava sin piedad, fiero y torcido,
no pide tregua, nunca está dormido,
ni al sabio ni al necio pertenece.
Se arraiga en la virtud y en la desgracia,
desgarra sin temor y sin esfuerzo,
se oculta en su disfraz de diplomacia.
Mas deja tras de sí fuego y exceso,
y aquel que lo sufrió con su arrogancia
revive en su ceniza cada beso.