El amor es un fuego que no avisa,
un animal que acecha en la penumbra,
con garras invisibles que derrumba
y en la piel deja huella que eterniza.
Se esconde en los rincones del sentido,
invade las entrañas sin permiso,
y arrastra en su camino lo preciso,
dejando al corazón malherido.
Es veneno que cura y que destruye,
herida que florece en cicatriz,
un parásito dulce que influye.
Sin tregua se convierte en raíz,
y aunque el alma lo evite o lo rehúye,
sabe entrar y quedarse por su fin.