Oh, Noche, madre de las sombras,
manto que envuelve al mundo en su misterio,
a ti elevo mi ofrenda, mi canto de alabanza,
pues en ti encuentro el sosiego y el refugio.
Cuando el día se marchita y languidece,
y el sol se hunde en el horizonte,
tú extiendes tu velo mágico y silencioso,
dando cabida a los sueños y las revelaciones.
En tu oscuridad profunda y aterciopelada,
se extiende un lienzo en blanco para la imaginación,
un lienzo donde brotan las más bellas quimeras,
donde florecen los secretos del corazón.
Bajo tu manto, la tierra se entrega al descanso,
los seres vivos se recogen en su intimidad,
y las almas más sensibles se sumergen
en la quietud de tu sagrada inmensidad.
Oh, Noche, diosa de la introspección y la intuición,
tú eres la puerta que conduce a lo oculto y mágico,
tú eres la fuente donde beben los artistas,
los visionarios y los amantes del enigma.
En tu oscuridad, los misterios se desvelan,
las verdades profundas se revelan al alma,
y el ser humano, envuelto en tu sombra protectora,
alcanza un estado de gracia y de calma.
Por eso a ti, oh Noche, te ofrezco este canto,
este tributo de gratitud y devoción,
pues tú eres la guardiana de nuestros sueños,
la musa que inspira la más bella creación.
Acoge mi ofrenda, oh Diosa de la Noche,
y déjame sumergirme en tu abrazo maternal,
para que pueda beber de tus aguas profundas
y descubrir los secretos del mundo astral.