En este poema, se adopta una mirada más compasiva hacia las mujeres que luchan contra el paso del tiempo. Ya no las trata con sorna y burla, sino que intenta comprender las motivaciones y el sufrimiento detrás de su afán por ocultar la edad.
El poeta reconoce que ellas "se consumen" ante el espejo, buscando "hallar la faz que ya se fue", y que recurren a "artes y afeites" para "vestir de juventud lo que ora envejece". Ya no son "momias en andrajos", sino mujeres aterrorizadas ante el "cruel verdugo" del tiempo, que "en cada arruga labra su siniestra sentencia".
Se entiende que el "número que os hace ya maduras" es algo que estas mujeres guardan "celosamente", pues afrontar la realidad del envejecimiento es una "cruz de estrellas". Ya no las juzga, sino que empatiza con su lucha por preservar una imagen de juventud y belleza.
El tono se torna más comprensivo y empático, reconociendo que el paso del tiempo es "cruel tirano de beldades puras" al que es difícil enfrentarse. Y deja de lado la mofa y la sátira, para adoptar una mirada más compasiva hacia la compleja experiencia femenina.