Un ruego uncioso te envuelve, mi amor,
Simple y prístina como un nardo en flor.
Tragedia arde en tu melena de oro,
Y leopardos dorados danzan en tu coro.
Tu alma es luz, sin mácula ni engaño,
Fuente de esperanza, bálsamo a mi daño.
Tu voz, un arrullo celestial, me guía,
Despejando las sombras de mi tortuosa vía.
En tus ojos amarillos, un destello,
Reflejo del amor que mi alma sella.
Tu belleza teje un tapiz, mi doncella,
Donde el tiempo se detiene, la pena se estrella.
Oh, mi ruego ardiente, mi nardo celestial,
Tu amor es un tesoro, mi eterno festival.
En tus brazos encuentro refugio y solaz,
Y en tu mirada un mundo nuevo, en tierna paz.