La patria despierta en un alba herida,
sus calles quebradas, su gente en sigilo,
la historia tatuada en piedra y saliva,
gritando verdades que el miedo hizo olvido.
Las manos callosas que siembran la tierra,
con sudor regaron promesas vacías,
mientras en lo alto, con oro en la lengua,
los mismos señores dictaban su ira.
Un niño descalzo juega entre escombros,
su risa es un eco de sueños truncados,
el pan que le falta se encuentra en las sombras,
donde los corruptos amasan sus bancos.
La madre que espera justicia en la plaza,
teje con lágrimas su incertidumbre,
pues ve que el futuro, con máscaras falsas,
se viste de héroe pero huele a lumbre.
Y así nos dormimos, patria cansada,
soñando que un día el sol nos abrace,
que el pueblo despierte, que el miedo se acabe,
y que en nuestras manos renazca la sangre.