Era de noche,
una noche infinita y sin estrellas,
donde el silencio caía como un velo
y la brisa arrastraba viejas sombras.
Tú y yo,
solos,
sin hablar,
seguíamos un camino incierto,
como quien busca sentido en la penumbra.
Tus ojos,
pozos profundos, sin reflejos,
los míos,
lámparas apagadas,
y aun así, en el vacío, algo vibraba.
El frío nos envolvía como un pacto,
y el cielo,
un lienzo oscuro, sin promesas.
En nuestras manos, apenas un destello,
el rastro tenue de lo que fuimos.
Era de noche,
una noche que aún vive en los recuerdos,
porque esa sombra que fuimos persiste,
como un eco que nunca se desvanece.