Solo con oír tu voz, Señor,
el mundo se viste de calma,
mi corazón halla refugio,
y la tempestad se desarma.
Es un susurro dulce y eterno,
más puro que el amanecer,
que guía mi alma cansada
hacia el remanso de tu querer.
Tu voz es un río de vida,
que lava la sombra y el miedo,
me eleva a montañas de fe
y disipa el frío del hielo.
Solo con oír tu voz, Señor,
las cadenas caen al suelo,
se rompen los muros de dudas
y mi espíritu alcanza el cielo.
Es faro en la noche oscura,
es llama que nunca se apaga,
es el eco de tu promesa
que mi esperanza renueva y embriaga.
Solo con oír tu voz, Señor,
sé que en tus manos estoy,
camino en la senda segura,
porque a tu lado siempre voy.