Dicen que las palabras son viento,
que no lastiman, no hieren, no duelen.
Pero yo sé que mienten,
porque las palabras pueden matar.
Las palabras pueden sanar,
pueden dar alas, hacer soñar.
Pueden ofrecer consuelo,
poderoso es su filo.
Nos definen, nos describen,
nos hacen humanos, nos divinen.
Son el espejo del alma,
su encanto, su hechizo, su calma.
Las palabras son música,
son poesía, son liturgia.
Son el lenguaje del corazón,
su dolor, su gozo, su pasión.
Por eso cuidémoslas, amémoslas,
respetémoslas, no las maltratemos.
Sean nuestro tesoro más preciado,
nuestra voz, nuestro canto, nuestro grito.
Letras que se unen, se abrazan,
se besan, se susurran, se deslizan.
Palabras que nacen del alma,
son vida, son esperanza, son calma.