En la brisa va el lamento,
de una rosa lastimada,
que en su tallo, desarmada,
guarda un pétalo sediento.
Bajo el cielo gris y lento,
llora el alba en su morada,
y una espina enamorada
se aferra al viento violento.
Los suspiros van y vienen,
como sombras en la aurora,
y en las sombras se mantienen
las espinas que atesora.
Pero el tiempo, que no teme,
cura toda herida oscura,
y hasta el filo que envenene
pierde su mortal locura.