En las costas de la Nueva España,
donde el Golfo besa la arena,
Cortés fundó Villa Rica,
puerta de entrada a estas tierras.
Creció el puerto de Veracruz,
testigo de historias viejas,
de galeones cargados de oro,
de piratas y sus proezas.
San Juan de Ulúa, el castillo,
guardian de murallas pétreas,
defendió la ciudad porteña
de corsarios y sus guerras.
Por sus muelles desembarcaron
culturas de tierras nuevas,
africanos con sus ritmos,
europeos con sus letras.
Fue crisol de mil colores,
de sones y de cadencias,
donde el danzón y la rumba
nacieron entre las piedras.
Veracruz, puerto jarocho,
de historia y tradición llena,
donde el mar canta alabanzas
a su gente noble y buena.
Hoy sus calles aún recuerdan
aquellas épocas viejas,
y el Zócalo guarda historias
de amores y de tristezas.
El faro Venustiano Carranza
aún guía con luz serena,
a los barcos que se acercan
a esta tierra jarocha y bella.
Veracruz sigue latiendo
al ritmo de sus leyendas,
puerto mágico y eterno,
joya de la costa mexicana.