Dolor que en cada sombra deja un eco,
la ausencia es la raíz de mi quebranto,
un muro de silencio y fiel espanto,
que ahoga la esperanza con su hueco.
La soledad me llama desde el seco
abismo de su noche y su recanto,
y el peso del cansancio, amargo manto,
se cierne como invierno oscuro y hueco.
Mis sueños son cenizas en el viento,
mi sangre llora heridas sin sentido,
y el tiempo, juez impío, me destierra.
Mas nace entre la ruina un nuevo aliento:
del fuego del dolor, el bien nacido,
el alma alza su luz sobre la guerra.